Quizá tendría yo siete años
cuando recorría esa vereda, el recuerdo es un tanto añejo, sin embargo es una
de esas memorias que permanecen constantes, el camino parecía más amplio
entonces, más largo y más emocionante, llenábamos las mochilas de víveres y nos
encauzábamos a la aventura, era un desafío, un suceso emocionante el sólo
pensarlo. No era una vía larga, no más de diez minutos de andando, pero
lograbas prolongarlo, hacerlo incluso eterno si ese era tu deseo, si las ansias
de saborear el agua clara sobre tu piel no eran urgentes, si no te apremiaba el
caminar descalzo sobre las piedras lisas y la arena nívea y suave, que se
sentía ya desde la vereda; sin embargo podías también acortarlo, convertir el
trayecto en un sucinto instante, en un efímero acontecer que no se olvida, ese
era el misticismo estrambótico de aquella travesía.
Había en aquel pasaje una magia inexplicable
y misteriosa, provocaba un prurito inexorable por andarlo, tal vez el deseo se
desprendía de las hojas que silbaban en los arboles, susurrando, como
llamándote, o de aquellos aromas en las flores de primavera que deleitaban al
punto de hipnotizarte, incluso de las rocas inánimes que parecían observarte y
animarte. Escuchabas el sonido de la chicharra y el saltar de los peces abriéndose
paso en verdosas corrientes y así sabías que casi llegabas a tu destino.
Era habitual no querer despedirse,
aferrarse a ese suelo amarillento, grisáceo o en ocasiones verde, donde siempre
es primavera; recostarse sobre la hierba, un instante que trasciende una vida;
sentir el contacto con la tierra fresca que transmite la calidez de un hogar,
de una madre; descansar bajo la sombra del árbol que te acoge y te regala su
fruto sin limitaciones; escuchar la danza del viento en las milpas de los
campos de cultivo que rodeaban el sendero y sentir vibrar tu alma. Así es mi
recuerdo sobre el camino, como la urgencia y la paciencia, como el ruido y el
silencio, como la pasividad y la locura, como el amor y el deseo, como la
vereda y su regreso. Tornabas sobre tus pasos y era un volver a conocerla, sentías
que transitabas por distintos derroteros, caminos inexplorados, enigmáticos, senda
dadivosa que obsequia vida y mil recuerdos.